sábado, 29 de marzo de 2014

Nuevos recuerdos



Y no cambio por nada esa sensación de encontrarte en las calles, en las esquinas, en las paredes intangibles del hiperespacio. Pequeño demonio jorobado que inquietas las noches sin sueño, noches de insomnio que brindan mis vecinos ruidosos y no me dejan más opción que esculcarte en mi mente, perseguirte por los laberintos de mis recuerdos, y jugar con ellos, retorciéndolos hasta hacerlos irreconocibles. Así, recreo los recuerdos y los convierto en recuerdos nuevos, de memorias que nunca fueron, o nunca han sido, recuerdos nuevos y relucientes, redondos y brillantes como canicas nuevas.
Y te conozco de nuevo, en otras circunstancias, ya no tan tristes, ni tan lúcidos, ni tan trágicos como somos, y te cuento otras historias, no tan nuevas, o tan antiguas, casi bíblicas, de mi mundo aburrido no te cuento nada, me hago una vida más interesante, o tal vez menos bohemia, más intelectual jamás, o tal vez superficial, insulsa y vacua.
Y en un recuerdo nuevo, antiguo recuerdo ahora retorcido, te reencuentro de nuevo en las mismas calles y caminamos eternamente los mismos pasos, y te hago reír para variar, y ese restaurante está vez si estará abierto, y la tarde irá languideciendo, y casi en la despedida no te soltaré cuando te abrace y me haré tan pequeño que pueda esconderme en tu bolsillo, bolsillo adecuado para tus grandes manos.
Y en un parpadeo y sin saber cómo, por obra y gracia de mi terrible memoria, estarás oculto en las sombras del público de esa puesta en escena que es mi vida, y será un nuevo recuerdo compartido, silencioso espectador que reconozco como protagonista de otra obra, de esa que es su vida, a veces circunspecto monólogo sin espectadores, a veces tragedia cuasi-cómica que no termina, como episódica serie de cortos animados. 
Y convierto todos estos nuevos recuerdos compartidos, reinvento los que nunca pasaron, y te grabo un video cuando te graduaste, el largo viaje hasta la tierra de fuego, la canción de cumpleaños de cada año, y las lánguidas tardes de domingo, que yo odio, sumergido en el calor sereno de tus brazos.
Y entre recuerdos nuevos, tenues, efímeros, casi invisibles, los viejos escritos de estas páginas dejarían de ser una lista interminable de lamentos, y serían tal vez una lista de sueños realizados, una carta interminable para ti…
Como todas las cartas interminables para ti… como esta que no puedo evitar escribirte… aunque se convierta en otro recuerdo inconcluso… como un libro que dejaste olvidado en algún rincón de tu cuarto…

No hay comentarios: