Y no cambio por nada esa sensación de encontrarte en las calles, en las
esquinas, en las paredes intangibles del hiperespacio. Pequeño demonio jorobado
que inquietas las noches sin sueño, noches de insomnio que brindan mis vecinos
ruidosos y no me dejan más opción que esculcarte en mi mente, perseguirte por
los laberintos de mis recuerdos, y jugar con ellos, retorciéndolos hasta
hacerlos irreconocibles. Así, recreo los recuerdos y los convierto en recuerdos
nuevos, de memorias que nunca fueron, o nunca han sido, recuerdos nuevos y
relucientes, redondos y brillantes como canicas nuevas.
Y te conozco de nuevo, en otras circunstancias, ya no tan tristes, ni tan
lúcidos, ni tan trágicos como somos, y te cuento otras historias, no tan
nuevas, o tan antiguas, casi bíblicas, de mi mundo aburrido no te cuento nada,
me hago una vida más interesante, o tal vez menos bohemia, más intelectual
jamás, o tal vez superficial, insulsa y vacua.
Y en un recuerdo nuevo, antiguo recuerdo ahora retorcido, te reencuentro de
nuevo en las mismas calles y caminamos eternamente los mismos pasos, y te hago reír
para variar, y ese restaurante está vez si estará abierto, y la tarde irá
languideciendo, y casi en la despedida no te soltaré cuando te abrace y me haré
tan pequeño que pueda esconderme en tu bolsillo, bolsillo adecuado para tus
grandes manos.
Y en un parpadeo y sin saber cómo, por obra y gracia de mi terrible memoria,
estarás oculto en las sombras del público de esa puesta en escena que es mi
vida, y será un nuevo recuerdo compartido, silencioso espectador que reconozco
como protagonista de otra obra, de esa que es su vida, a veces circunspecto monólogo
sin espectadores, a veces tragedia cuasi-cómica que no termina, como episódica
serie de cortos animados.
Y convierto todos estos nuevos recuerdos compartidos, reinvento los que
nunca pasaron, y te grabo un video cuando te graduaste, el largo viaje hasta la
tierra de fuego, la canción de cumpleaños de cada año, y las lánguidas tardes de
domingo, que yo odio, sumergido en el calor sereno de tus brazos.
Y entre recuerdos nuevos, tenues, efímeros, casi invisibles, los viejos
escritos de estas páginas dejarían de ser una lista interminable de lamentos, y
serían tal vez una lista de sueños realizados, una carta interminable para ti…
Como todas las cartas interminables para ti… como esta que no puedo evitar
escribirte… aunque se convierta en otro recuerdo inconcluso… como un libro que
dejaste olvidado en algún rincón de tu cuarto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario