Quería hablar de ti, no de nosotros, de ti como siempre, y
no supe como empezar.
Intenté por tus labios torcidos y siempre dispuestos a la
palabra rápida, a tu lengua mordaz y afilada, a tus dientes disparejos y
espesos (¿pueden los dientes ser espesos?).
Intenté de nuevo por tus ojos, por tu mirada traviesa,
inquisidora, atrevida y un poco miope cuando de lejos intentabas descubrir mis
intenciones.
Intenté por tu piel, ese órgano extraño que llevas expuesto
al mundo, por ese tacto suave en unos sitios y áspero en otros, lampiño y con
vellos inesperados.
Intenté por tu cuerpo entero, que no puedo hacer coincidir
las partes cuando te reconstruyo en mi memoria, ¿o sí?
Intenté por tu recuerdo, de esos tengo muchos, de ese día en
el parque tal vez, o de caminar bajo la lluvia, o ese día que ya no estabas,
ese es un recuerdo ausente, ¿los que recuerdos de tu ausencia son recuerdos
tuyos o míos?
Intenté… si que lo intenté… y agoté las palabras… agoté los
recursos… entré en déficit de metáforas… esas son las consecuencias de mis
actos… tal vez…
Intenté comenzar de nuevo… y las palabras sobran… pero no
son sobre ti… ya nada es sobre ti… y las consecuencias son mínimas, inexistentes…
Intenté entonces, no asumir las consecuencias, ¿cómo asumir
las consecuencias cuando no existen?
Intenté vivir sin ti, triste vida de un inconsecuente…