lunes, 17 de noviembre de 2014

Metáforas

Hoy me llené de metáforas para describirte. Por ejemplo tus cabellos como hilos de araña que se enredan en mis dedos. Tus brazos largos y huesudos como largos ramas de árboles secos. Tus ojos como pequeños luceros brillando en los hondos agujeros negros de tu cara. Tu nariz extensión infinita del aire que huye insensible de tu cuerpo. Ese cuerpo, carcasa que lleva tu alma por el mundo. Y tu boca, caverna silenciosa, refugio de besos, sonrisas y palabras. Y tu cuello, dulce tentación de vampiros manieristas. De esos que se relamen de gusto cuando te ven pasar silencioso y triste como ellos mismos. Y tu pecho, mi rincón favorito de tu geografía, como el interior de la ballena del noble Gepeto o del santo Jonás que me sirve de refugio en las tardes frías, y ese sitio más abajo entre tus piernas, inexplorado y desconocido para mí, no sé si selva o desierto, explotado o virgen, lleno de misterio, jardín de las delicias o país de las maravillas. Y tus piernas infinitas que terminan en dos barcas inmensas para recorrer mi casa, este mundo lleno de vos, mi conde sangriento, mi impronunciable, mi nunca jamás, mi caballero de la triste figura, mi no-se-cuánto y no-sé-como, mi último de la fila, mi madame Bovari, mi fotógrafo privado, mi pequeño secreto y mi tesoro... Mi alegría infinita que me haces llenarme de metáforas para hablar de vos, mi canica, mi constelación, mi orbe, mi escoba y mi cama, mi sujeto y predicado, mi último... Vos... Mi único.