martes, 30 de diciembre de 2014

Cuando muera...

Cuando muera, y ruego esté lejano ese día, extrañaré estar vivo como siempre…
Cuando muera extrañaré tantas cosas…
La maravilla de estos pies que me llevaban por las calles largas de las ciudades, de los campos y los caminos…
El sonido del viento en mi ventana, aullante lobo que cuidaba mis días…
El tacto de las paredes cuando mis dedos las rozaban…
Extrañaré olvidar recuerdos, inventar historias y contar sueños...
Extrañaré espiar el interior de las casas cuando pasaba por las calles, y los tristes que son las casas vacías...
Extrañaré los pequeños ruidos cotidianos, el correr del agua, el sonido de la lluvia en los tejados, los pasos sobre las hojas secas…
La sensación del agua en mi cuerpo...
Extrañaré llorar, y reír, y suspirar…
Extrañaré los ladridos de los perros, la risa de los niños, y la música, o sí que extrañaré la música, esa casualidad misteriosa del ritmo en el aire…
Extrañaré la redondez imposible de la luna…
Extrañaré los atardeceres, y lo triste que son cuando no tienes ningún lugar a donde ir…
Extrañaré pronunciar palabras, no las rimbombantes y rebuscadas, sino las otras las sencillas, las que no significan nada…
Extrañaré el olor del café, del polvo, de la hierba, del sudor, de la tierra cuando llueve, y del campo…
Extrañaré mirar, ver y parpadear, observar sin enfocar, simplemente cerrar los ojos y saber que la realidad está al otro lado…
Extrañaré sentarme en mi cama al despertar y saber que todo está bien, sentir que todo siempre estará bien…
Extrañaré conjugar verbos, en mi persona favorita: nosotros…
Extrañaré la mirada inocente de los niños, y la mirada complaciente de los ancianos…
Extrañare respirar, escuchar los sonidos de mi corazón, y como se siente este cuerpo mío…
Extrañare el bullicio, el silencio y la calma…
Extrañaré extrañar, sentir, pensar...
Extrañaré no estar, o estar, o esta eterna indecisión que siempre me acompaña…
Extrañare los abrazos, las miradas y los guiños y los besos...
Extrañaré mi lugar, mi refugio y mi escondrijo…
Extrañaré tantas cosas…
La tristeza…
La melancolía…
La nostalgia…
La saudade…
Las lágrimas…
Mis cicatrices…
Mis miedos…
Mis esperanzas
Mis olvidos…
Y mis sueños…

Y dejaré de extrañar las cosas en algún momento, tal vez, y al fin sabré que estoy en casa…

lunes, 17 de noviembre de 2014

Metáforas

Hoy me llené de metáforas para describirte. Por ejemplo tus cabellos como hilos de araña que se enredan en mis dedos. Tus brazos largos y huesudos como largos ramas de árboles secos. Tus ojos como pequeños luceros brillando en los hondos agujeros negros de tu cara. Tu nariz extensión infinita del aire que huye insensible de tu cuerpo. Ese cuerpo, carcasa que lleva tu alma por el mundo. Y tu boca, caverna silenciosa, refugio de besos, sonrisas y palabras. Y tu cuello, dulce tentación de vampiros manieristas. De esos que se relamen de gusto cuando te ven pasar silencioso y triste como ellos mismos. Y tu pecho, mi rincón favorito de tu geografía, como el interior de la ballena del noble Gepeto o del santo Jonás que me sirve de refugio en las tardes frías, y ese sitio más abajo entre tus piernas, inexplorado y desconocido para mí, no sé si selva o desierto, explotado o virgen, lleno de misterio, jardín de las delicias o país de las maravillas. Y tus piernas infinitas que terminan en dos barcas inmensas para recorrer mi casa, este mundo lleno de vos, mi conde sangriento, mi impronunciable, mi nunca jamás, mi caballero de la triste figura, mi no-se-cuánto y no-sé-como, mi último de la fila, mi madame Bovari, mi fotógrafo privado, mi pequeño secreto y mi tesoro... Mi alegría infinita que me haces llenarme de metáforas para hablar de vos, mi canica, mi constelación, mi orbe, mi escoba y mi cama, mi sujeto y predicado, mi último... Vos... Mi único.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Otro de Jaime Sabines

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo,
me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?

JAIME SABINES 

domingo, 31 de agosto de 2014

Fernando Delgadillo - Hoy ten miedo de mí.


Hoy que llevo en la boca el sabor a vencido
procura tener a la mano un amigo que cuide tu frente y tu voz
Y que cuide de ti, y para ti tus vestidos
y a tus pensamientos mantenlos atentos y a mano tu amigo

La importancia de verte morderte los labios de preocupación
es hoy tan necesaria como verte siempre
como andar siguiéndote con la cabeza en la imaginación
Porque sabes, y si no lo sabes, no importa,
yo sé lo que siento, yo sé lo que cortan después unos labios
esos labios rojos y afilados
y estos puños que tiemblan de rabia cuando estas contenta
Que tiemblan de muerte si alguien se te acercara a ti.

Hoy procura que aquella ventana que mira a la calle en tu cuarto
se tenga cerrada, porque no vaya a ser yo el viento de la noche
y te mire y recorra la piel con mi aliento
y hasta te acaricie y te deje dormir
y me meta en tu pecho y me vuelva a salir
y respires de mí...

O me vuelva una estrella y te estreche en mis rayos
y todo por no hacerme un poco de caso
ten miedo de mayo
y ten miedo de mí

porque no vaya a ser que cansado de verte
me meta en tus brazos para poseerte y te arranque las ropas
y te bese los pies
y te llame mi diosa
y no pueda mirarte de frente
y te diga llorando después:
por favor tenme miedo
tiembla mucho de miedo mujer
porque no puede ser...              

jueves, 31 de julio de 2014

Y te ví...


http://www.fernandopineda.com/uploads/images/Lloviendo_2.jpgY te encontré de nuevo, y sin pensarlo mucho, de hecho no lo pensé, te saludé, y me encontré de nuevo esos ojos tristes. Hasta ahora me di cuenta que siempre fueron así, aún en los minutos eternos que pasamos juntos, no los suficientes para conocerte del todo y saber la razón de tu eterna tristeza. Y sentir tu mano fría, no realmente fría, más bien una mano indiferente y somnolienta, si es que una mano puede parecer somnolienta, al tacto cuando te la estreché en un saludo de caballeros, no abrazos como los que me gusta dar a las personas que quiero cuando me cruzo en sus vida inopinadamente, y los doy con premeditación y alevosía. Y me alejé, consciente en ese momento de mi espontaneidad sumisa, siempre me subyugo a mi espontaneidad, y te di la espalda, sintiendo el calor en mis mejillas, porque mofletudos cachetes no tengo, o a esta piel tirante que tengo sobre la calavera que sostiene mi cerebro, pedazo de masa gris que no ha podido superar su condición de encierro. Y afanoso fingí prisa y ocupación acelerada, para que no sintieras lo que me afectaba verte, saludando afanoso a quien se cruzaba en mi diligencia. Y te acercaste a despedirte, y pregunté trivialidades de tu vida, que realmente no me interesaba, y darme cuenta que tantos detalles de tu vida los había olvidado, pasado por alto o ignorado, lanzados como un costal de piedra en mi frágil memoria. Y no te dije ni una palabra de mi vida, y tampoco lo preguntaste, será que no parecía necesario preguntar, y eso estuvo bien, no fingir la hipocresía que puede rondar mis actos cotidianos.


Y te dije hasta luego, con las mínimas ganas de volver a verte, y dándome cuenta la triste realidad de mi vida pasada, esas ganas enormes de llenar mi vida con alguien que nunca lo mereció… y de los recuerdos de ese tiempo sólo me queda un triste abrigo colgado en mi armario, como otro  solitario cadáver de mis relaciones pasadas…

domingo, 29 de junio de 2014

Hoy me niego.



Hoy me niego a perder los segundos, esos animales voraces que consumen la vida de las cosas simples…
Hoy me niego a perder la sonrisa, humilde sombra de mi alma, frágil encomio que trasforma mi rostro en el espejo…
Hoy me niego a perder el sueño, suspiro instantáneo que ronda mis días, cuando me revuelvo en las sábanas nocturnas…
Hoy me niego a perder la magia del paisaje a través de mi ventana, la de los amaneceres y atardeceres, la de los paseos de transeúntes anónimos que vagan sin dirección…
Hoy me niego a perder la bestialidad, ese animal silencioso que se esconde dentro de alguna parte en mi interior…
Hoy me niego a perder las dudas, hormigas que crean su propio refugio en mi mente, y que de vez en cuando generan el caos y el desorden…
Hoy me niego a perder la timidez, la abulia y el sarcasmo, jinetes que cabalgan en tortugas muertas, pretendiendo a llegar a alguna parte, igual que yo…
Hoy me niego a perder la dignidad, el orgullo y la sensatez, pájaros inconformes que pelean entre sí por recibir mis caricias…
Hoy me niego a perderte a ti, que te me escondes y presentas en cada forma imprevisible, insensata y absurda… Hoy me niego a perderte a ti, mi amada vida…

viernes, 30 de mayo de 2014

Hoy te haré llorar…



Me levantaré sin que me escuches, y con pasos ligeros, huiré de casa. Me ocultaré en la casa vecina, la que está llena de pájaros azules y peces dorados, y desde allí te espiaré cuando despiertes. Te veré recorrer con tu mirada la habitación, extrañando mi presencia. Y con mis manos regordetas me cubriré la boca para que no escuches mi risa. Y cuando al fin te levantes, y al poner los pies en el piso sientas la suave alfombre de algodón, ese algodón del relleno del viejo oso de peluche que nunca quisiste, me regocijaré en mi escondite cuando al levantar la mirada veas la sala llena de mi juguetes de papel, eso que me paso horas enteras armando, y que nunca logro que se muevan solos. Y el saludo de esos animales, los de papel, y los de plastilina, y los escondidos en los dibujos de las paredes, y los de los vasos y las tazas, y los de los libros y libretas, que como un coro te saludarán al unísono, grotesca orquesta de maullidos, rugidos, balidos y mugidos. Y la caja de música, esa que te pone autista cuando la escuchas, la encontrarás sin cuerda ya de tanto sonar. Y la tetera silbando en el fogón, te alertará de los acontecimientos en la cocina, los collares de pastas italianas colgando, como ramas de un exótico árbol de tallarines, caracoles y espaguetis, te abrazarán a tu paso, enredando tu cabello, como cuando intento hacerte dormir en las noches. Y en el baño, la enorme bañera, lista para tu baño de domingo, con espuma, barcos de papel y misteriosos monstruos marinos ocultos bajo la superficie. Y el rastro de mis pies descalzos en la arena de la orilla de tu vida... Las huellas de mis dedos, las manchas del chocolate y el vino, y el reguero de ropa que dejamos tirada por el piso… Y no dudarás un momento que estuve allí, acompañándote como siempre, sobre todo hoy, el último día que estaremos juntos, hoy, en este momento que aún duermes y no sabes que hoy te haré llorar, con esta tonta carta de despedida.

lunes, 28 de abril de 2014

Hoy te escribo...

Hoy te escribo, en cierta forma siempre te he escrito, pero hoy es diferente. Te escribo ya no en tono de queja, de largo sollozo, de triste y eterna despedida…
Hoy, te escribo, como tantas veces, tejiendo redes de colores para alcanzarte y enredarte lentamente en estas palabras, palabras como mariposas, como luciérnagas, como polillas que golpean en tu ventana para entrar a refugiarse en tu cálido regazo…
Hoy te escribo, como postal de lejanos lugares, retratando paisajes luminosos, calles con pasos nacarados, como el camino dorado de Oz, caminos que recorremos para llegar a ninguna parte, y para que llegar si lo mejor es el recorrido…
Hoy te escribo, con letras chuecas, que como hormigas laboriosas llevan mis mensajes hasta tus ojos, o tus orejas, o tus manos, y como hormigas trepan por tus largos brazos y te producen cosquillas y te hacen reir…
Hoy te escribo, como siempre y como nunca, con estas ganas de verte, dormido, despierto, despeinado y en pijamas, sumergido entre tus cobijas, y sin perder la costumbre, te hago una mueca, te miro los ojitos y te dejo dormir otro ratito…
Hoy te escribo...
patético,
simpático,
tétrico,
óptico,
trémulo,
intrépido,
somnífero,
típico,
hipotético,
metafórico,
ridículo,
auténtico,
simbólico,
sonámbulo,
mágico,
escénico,
retórico y
sintético…
Hoy te escribo… y me muerdo la boca, con las ganas enormes que siempre tengo de besarte, y esa promesa de hacerlo algún día, y no quedar satisfechos…

Hoy te escribo, y como siempre no te digo nada, será esta tonta costumbre de esconderme detrás de las palabras, letras que forman tu nombre sin querer en mi teclado…

sábado, 29 de marzo de 2014

Nuevos recuerdos



Y no cambio por nada esa sensación de encontrarte en las calles, en las esquinas, en las paredes intangibles del hiperespacio. Pequeño demonio jorobado que inquietas las noches sin sueño, noches de insomnio que brindan mis vecinos ruidosos y no me dejan más opción que esculcarte en mi mente, perseguirte por los laberintos de mis recuerdos, y jugar con ellos, retorciéndolos hasta hacerlos irreconocibles. Así, recreo los recuerdos y los convierto en recuerdos nuevos, de memorias que nunca fueron, o nunca han sido, recuerdos nuevos y relucientes, redondos y brillantes como canicas nuevas.
Y te conozco de nuevo, en otras circunstancias, ya no tan tristes, ni tan lúcidos, ni tan trágicos como somos, y te cuento otras historias, no tan nuevas, o tan antiguas, casi bíblicas, de mi mundo aburrido no te cuento nada, me hago una vida más interesante, o tal vez menos bohemia, más intelectual jamás, o tal vez superficial, insulsa y vacua.
Y en un recuerdo nuevo, antiguo recuerdo ahora retorcido, te reencuentro de nuevo en las mismas calles y caminamos eternamente los mismos pasos, y te hago reír para variar, y ese restaurante está vez si estará abierto, y la tarde irá languideciendo, y casi en la despedida no te soltaré cuando te abrace y me haré tan pequeño que pueda esconderme en tu bolsillo, bolsillo adecuado para tus grandes manos.
Y en un parpadeo y sin saber cómo, por obra y gracia de mi terrible memoria, estarás oculto en las sombras del público de esa puesta en escena que es mi vida, y será un nuevo recuerdo compartido, silencioso espectador que reconozco como protagonista de otra obra, de esa que es su vida, a veces circunspecto monólogo sin espectadores, a veces tragedia cuasi-cómica que no termina, como episódica serie de cortos animados. 
Y convierto todos estos nuevos recuerdos compartidos, reinvento los que nunca pasaron, y te grabo un video cuando te graduaste, el largo viaje hasta la tierra de fuego, la canción de cumpleaños de cada año, y las lánguidas tardes de domingo, que yo odio, sumergido en el calor sereno de tus brazos.
Y entre recuerdos nuevos, tenues, efímeros, casi invisibles, los viejos escritos de estas páginas dejarían de ser una lista interminable de lamentos, y serían tal vez una lista de sueños realizados, una carta interminable para ti…
Como todas las cartas interminables para ti… como esta que no puedo evitar escribirte… aunque se convierta en otro recuerdo inconcluso… como un libro que dejaste olvidado en algún rincón de tu cuarto…

viernes, 28 de febrero de 2014

Mirando...



Sutiles días que caminan con pasos sigilosos, bordeando orillas intangibles, fantasmas de días futuros que hacen guiños traviesos a través de las ventanas, los patios y los muros, esos lejanos árboles que sonríen con la brisa, las tardes longevas, de los barrios ruidosos, siempre habitados y habitantes de absurdos, de gritos, risas y música sin fin, y en el cielo copos de algodón llevado por tu risa, caminos que conducen a ninguna parte y que sin problemas recorremos cuando queremos escapar, huir o simplemente hacerle un quite a la rutina… y son tus ojos, esos ojos, o cualquier otros los que permiten vislumbrar el mundo ingenuo de los ángeles… así te encuentro encerrado en tu pequeño mundo, que miras siempre a través de esta pantalla… y no respondes cuando te pregunto por los libros aburridos que necesito cada tarde cuando acudo sin falta a tu biblioteca…