lunes, 27 de enero de 2014

Ni...



Ni sentado tras las cortinas espiando el paso de los peatones que cruzan la acera, no intento entonces vislumbrar las sombras en los muros ya no tan lluviosos, ni enmohecidos como antes, ni refugiado en las sombras cálidas de los domingos, entre las multitudes parlanchinas que invaden los centros comerciales, ahí tampoco te busco, ni dejo vagar mi mirada por entre los transeúntes que divertidos comen sus tristes helados, todos los helados tiene el triste sino de la vida que se derrite inevitablemente, metáfora innecesaria de la vida como un helado que hay que devorar, unos se comen la vida ávidamente, otros solo dejamos que se derrita entre los dedos, ni ahí en los parques, o en los rascacielos, mirando los lánguidos atardeceres de las ciudades, entre las páginas  empolvadas de los libros que nunca leí, ni leeré, u oculto entre los personajes de las películas aburridas de los canales de arte, tal vez estás allí con extraños ropajes o hablando en idiomas imposibles, pero no las veo, ni pasando canales, mientras el insomnio se atraviesa en mis párpados… y entonces, salga a caminar, recorriendo las calles de esta ciudad tan verde, tan triste, tan inmensa… y me cruzo de nuevo contigo… y sin darme cuenta que eres tú… cambio de acera rápidamente… esperando no encontrarte, ni por casualidad, aunque el destino lo dicte… triste caso de que en el destino nunca he creído… suele ser muy mentiroso…

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