miércoles, 28 de febrero de 2018

Apareces...

Apareces entre los nombres no dichos, como bordeando las comisuras de los labios, y entre las respiraciones apacibles de las tardes lluviosas (que insistencia de aparecer la lluvia cuando hablo de vos), y en ese vaho que aparece en los cristales escribo rápido tu nombre para verlo desaparecer con el dorso de mi mano.
Entonces pongo en movimiento mis animales de papel, únicas mascotas que habitan mi casa, e insisten en quedarse quietos cuando no los miro, y entre ellos la pequeña melliza que se quedó conmigo cuando nuestra separación ocurrió (¿puede separarse algo que nunca estuvo unido?) y triste mira por la ventana hacia la pared desnuda, blanca e inmóvil, que insiste en permanecer como una guardiana silenciosa para ocultar de mi vista los jardines del vecino.
Siempre ocurre que me invade la tarde, con sus visos pesados y somnolientos, único refugio del tedio de los días, ¿y si me escapara hacia tu mundo? ¿y si ocurriera la última mirada de los amaneceres? ¿y si la película no terminara con la palabra FIN? Ocurre entonces que los personajes de mis libros se hablan entre ellos, hablan de mi tristeza infinita y de esta necesidad de no verte, de no hablarte, de no saber de vos, necesidad que me llena cuando el insomnio se cruza en mis ojos, entonces inventan historias que me cuentan cuando los leo de nuevo, y no los reconozco cuando se detienen y me miran, y sólo leo una y otra vez la historia de tus ojos que miran siempre un paisaje que no habito, eterno dilema de no vivir ambos en el mismo mundo.

1 comentario:

Sixpence Notthewiser dijo...

Se siente una tristeza, casi palpable, en esta entrada. Espero que vuelvas a escribir aquí. Hace tanto que no te leo que ya ni me acordaba que tan duro golpean las palabras.