Me levantaré sin
que me escuches, y con pasos ligeros, huiré de casa. Me ocultaré en la casa
vecina, la que está llena de pájaros azules y peces dorados, y desde allí te
espiaré cuando despiertes. Te veré recorrer con tu mirada la habitación,
extrañando mi presencia. Y con mis manos regordetas me cubriré la boca para que
no escuches mi risa. Y cuando al fin te levantes, y al poner los pies en el
piso sientas la suave alfombre de algodón, ese algodón del relleno del viejo oso
de peluche que nunca quisiste, me regocijaré en mi escondite cuando al levantar
la mirada veas la sala llena de mi juguetes de papel, eso que me paso horas
enteras armando, y que nunca logro que se muevan solos. Y el saludo de esos
animales, los de papel, y los de plastilina, y los escondidos en los dibujos de
las paredes, y los de los vasos y las tazas, y los de los libros y libretas,
que como un coro te saludarán al unísono, grotesca orquesta de maullidos,
rugidos, balidos y mugidos. Y la caja de música, esa que te pone autista cuando
la escuchas, la encontrarás sin cuerda ya de tanto sonar. Y la tetera silbando
en el fogón, te alertará de los acontecimientos en la cocina, los collares de
pastas italianas colgando, como ramas de un exótico árbol de tallarines,
caracoles y espaguetis, te abrazarán a tu paso, enredando tu cabello, como
cuando intento hacerte dormir en las noches. Y en el baño, la enorme bañera,
lista para tu baño de domingo, con espuma, barcos de papel y misteriosos
monstruos marinos ocultos bajo la superficie. Y el rastro de mis pies descalzos
en la arena de la orilla de tu vida... Las huellas de mis dedos, las manchas
del chocolate y el vino, y el reguero de ropa que dejamos tirada por el piso… Y
no dudarás un momento que estuve allí, acompañándote como siempre, sobre todo
hoy, el último día que estaremos juntos, hoy, en este momento que aún duermes y
no sabes que hoy te haré llorar, con esta tonta carta de despedida.
Carta para Juan #1. Chuchú.
Hace 10 años